No me acuerdo cuando escuché ésta anécdota genial acerca del arte:

Estaba Mr. Eugenio Salvador Dalí en un programa de televisión dispuesto a ser entrevistado por un gran periodista y/o amante de la pintura; como correspondía a tamaño personaje, habían lógicamente invitado al programa a los tres expertísimos critiquísimos de pinturísima más importantísimo de aquella Españísima.
(Aparte: nótese el curioso caracter de éste tipo -Dalí-, que se pegaba unos cabreos de aquí te espero cuando a él no le dejaban pagar en los restaurantes simplemente firmando una servilleta -cosa que sí le ocurría a su colega D. Pablo Picasso-).

El caso es que en aquella ocasión, una vez comenzada la tertulia, los tres lamepinceles (incluído el presentador) empiezan pertinentemente a lamer el pincel de Mr. Eugenio. Como ya podrán imaginar, conforme va pasando el tiempo y van entrando en calor, los halagos y elogios de los muchachos son cada vez más exagerados y rimbombantes.
A medida que va avanzando la entrevista aquello va transformándose en un bodebil barroquisísimo hecho de audacias y apuntes cada vez más geniales y originales: que si "su pintura alcanza lo recóndito del ser humano", que "es la esencia del infinito detrás del arte mas puro que hay", que "representa la angustia existencial del hombre y sus inalcanzables sueños", que "el hombre tiene sentido a través de sus cerdas", etcétera.
A todo ésto, al aludido no se le movía ni el bigote.
Que si "el ángel del arte", "el máximo exponente de la modernidad surrealista, el moderno barroquismo y la postmoderna decadencia en el mundo"... en fin.
En un momento dado de la entrevista, Mr. Eugenio, que estaba escuchando muy atentamente a los tres expertísimos, solicita que le den un lienzo pequeño, pintura negra y un pincel cualquiera. Los tres mosqueteros se mean del gusto y el entrevistador se frota las manos pensando en su sueldo. Recordemos (a pesar de lo reiterativo) que cuando ya le han entregado el material los cuatro coristas han ensalzado a Mr. Eugenio hasta un nivel de pureza estilística inalcanzable ni tan siquiera por los dioses del Olimpo, claro: El Maestro, el Verdadero Cervantes de la Pintura, El Nóbel del Pincel y naderías del estilo.

A los tres minutos, mientras los otros siguen dale que te pego con lo cojonudo que es El Artista (que sin duda lo era), Mr. Eugenio muestra a los tres carnívoros de inteligencia y sutileza lo que acaba de hacer:
Aquello es un círculo con un punto dentro.
Transcurridos tres segundos de asombrosa tensión dos de los críticos se rasgan las vestiduras, el otro empieza a masturbase contra el perenne ficus de todos los programas de televisión de aquel entonces y el presentador se clava un bolígrafo en el dorso de la mano tratando de ocultar el gozo tan tremendo que siente...

Los cuatro, casi a coro, comienzan con la retahíla de quebuenos, acojonantes, diosquemaravillas, eslavidamisma, mecagurreoenlasbragas... (recuerden: es un círculo negro con un punto del mismo color en el centro, nada más). Después de diez minutos de agasajo pringoso durante los cuales Mr. Eugenio sigue manteniendo el rictus de nomecabeunalentejaenelculo, por fin deciden preguntarle al autor acerca de lo que acaba de hacer.

- Por cierto, ¿qué le parece a usted la obra maestra que acaba de ejecutar?.

En éste punto imagino al realizador, productor, director, asador, cocinador y aguador del programa temblando en la pausa que duró hasta que llegara la respuesta. Gotas de sudor recorriendo sus frentes, agonía, nudo en el estómago... expectación máxima...

Después de carraspear muy circunspecto, Mr. Eugenio miró al respetable y dijo:

- Pues una mierda, ¿no ven que es un círculo con un punto?


Un crack, qué coño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguro que el círculo y el punto yacen en algún museo recóndito.
Y que conste que me encanta Dalí y que sí que lo considero un genio-loco (los mejores).

Gloria dijo...

Escuché un cuento de un chicop que se llama... Daniel... Daniel algo (lo siento, Daniel) en una jam session sobre hijos de puta (en el Bukowski) donde hablaba de este tema de Picasso, su servilleta y estas y otras estupideces del arte impagable pero mercantil. Bastante bueno, el cuento.