grandes teorías acerca del rollo de papel higiénico


Alucinante. Así estamos, me parto.

Ahora que, por otra parte, juro por lo mas sagrado (ups) que yo he discutido acerca de esto. Repito: Alucinante.

Mi voto, irrefutable, es por la Opción A.

Es impresionante la capacidad del ser humano para hacer el chorra y generar, por lo tanto, supinas chorradas (impresionante y afortunada, no nos olvidemos).

nuevo móvil


Yo he N73. No, no es que lo tenga. Yo HE N73.

No quisiera pecar de imbécil, pijarraco, tonto presuntuoso o subnormal prepontentote, ocurre que me fascinan las nuevas tecnologías (nunca perdamos nuestra capacidad para sorprendernos, sean tan amables -y no solo por lo recargable y multimedia, sino por todo aquello que tenemos cerquita-... Qué, son las 9.20 y se me va un poco la almendrina) pero ayer fui a recoger mi nuevo teléfono y soy un tipo feliz.

De veras: Feliz (por otra parte, me siento fútil y chorra, qué le voy a hacer).

Como es más que probable que a pocos os interese algo tan banal como un maldito móvil, mejor les dejo que se distraigan por los links del post y cierro el bocón.

De repente tengo la sensación de haber escrito el post más tonto del mundo. Sean tan amables de disculparme. Un día tonto lo tiene cualquiera. Creo.

18:04


Al rico fin de semana.

Sitas y sitos, hasta el lunes; gocen como puercos en barro templado, ¿eh? (sí, que por lo visto disfrutan mas en barro templado, qué voy a decir).

estas son las mañanicas


9.00. Sueñarraco inmenso. Arribando al laburo. Caféeeee. Arrancar PC y a la cocina... legañorra cae de camino y creo escuchar cómo repiquetea por el suelo. Botón (café solo); botón (café solo). Coger vaso, mezclar los dos cafés y sacar la leche. Suspiro. Bostezo. Aparece compañera cansina (cansa, oigan, una plasta peor que el engrudo; una tipa que aburriría hasta a Don Pimpón)

Mi compañera: Oye, a ti te gustan los chistes, ¿no?
El nene: (DANGER, DANGER!!!) Síp.
Mi compañera: Verás qué bueno (risita contenida, carraspeo y enunciado:) ¿Cuál es el animal que tiene mas dientes?
El nene: Mmm... no me viene a la cabeza....
Mi graciosa compañera: Piensa, piensa...
El nene un poco cansado: Venga, no lo sé, dime.
Mi apasionante compañera: En serio, dale un par de vueltas...
El nene un POCO cansado: De verdad, que no se me ocurre nada.
Mi fascinante y cachondísima compañera: Un poco de imaginación...
El nene TENSO: Que son las nueve, por favor, no me pidas tanto...
Mi avispadísima y terriblemente sagaz compañera: Vengaaaaa... que está chupadito!
El nene asesino: En serio, que es un chiste, dímelo.
Mi atribulada y bien remunerada compañera: Qué poca imaginación, hijo...
El nene arrancador y deborador de corazones de seres que aburren: ¿me lo vas a decir?
Mi pertinaz compañera: ¿seguro que no se te ocurre?
El nene desesperado: no, no se me ocurre, ¿un tiburón blanco?, ¿el tipo del anuncio de Licor del Polo?, ¿El Dienpiés?
La compañera que todo el mundo desearía para sí: No...no... no... (risitas)
El agonizante y lloroso nene: .....
Mi "que me parto contigo, chato" compañera: uy, uy, uy...pues, ¡cuál va a ser!: EL RATONCITO PÉREZ.

Sí, señoras y señores, el puto ratoncito pérez.

Gracias a Dios es viernes.

empty your güindos



hay veces que mola esto de tener su cosica friki dentro...

inventanding

Llevo dándole vueltas a un asunto que siempre me ha hecho gracia: los rebautismos que nos pegamos leyendo (al menos en mi caso, oigan).

Pongamos una situación relativamente común:

Premisas:
- Es poco habitual (salvo en casos best sellerianos) coincidir con seres humanos que se estén leyendo exactamente el mismo libro que uno;
- Incluso es harto improbable que se haya hecho un filme del libro del que estamos disfrutando (salvo la misma salvedad hecha arriba);
- Y además suele ocurrir (tralará, tralará) que uno se lee una novela normalmente en silencio (para sus adentros, que dicen en mi pueblo).


Pues bien, dados los casos anteriores y tratándose de una novela que no esté originariamente escrita en el idioma de uno (o no contextualizada en un lugar conocido) ocurre que no se tienen referencias fonéticas de los nombres de los protagonistas o de las ciudades.

Es entonces cuando personajes, lugares o cosas acaban adaptándose maravillosamente a nuestra facilidad (o dislexia) con ciertos idiomas y aún más a nuestra poderosa y sencillamente genial imaginación (no es el caso de personajes cuyo nombre sea Sam, Kremlin, Tom, John, California, Erika y similares, claro). Dos ejemplacos tontos pero representativos:

1- Hermione (personaje femenino de la saga de Harry Potter); se pronuncia, en su lengua vernáculo materna: /jermaioni/; en la nuestra (conforme a los filmes doblados al castellano, eso sí) /jermión/; para el nene y durante tres libros de la saga, /ermóine/

2- Scarpetta (protagonista de una saga de misterio misterioso escrita por Patricia Cornwell); Mer dice: /escarpéta/; el nene dice: /escárpeta/; ni idea de cuál de las opciones es la real.

No hay que irse tan lejos: ¿Cómo pedirían un libro de Frederick Forsyth? Mis orejas han escuchado decir /federik froschi/ (sí, froschi). Ah, desafortunadamente no recuerdo cuál era el nombre de pila que le planté yo a Tagore cuando empecé a leerle (y es que tiene delito: Rabindranath), pero sí recuerdo la vergüenza que pasé la primera vez que traté de pronunciarlo en clase de literatura.

Y si con Goethe no tuve problemas (gracias, papás), qué me cuentan de Peter Sloterdijk??? (por cierto, no lo lean jamás)

Tengo multitud de ejemplos más (el día que vi en pantalla El Señor de los Anillos quedé fascinado; creo que solamente acerté con cuatro nombres), pero no quiero aburrirles.

Sería divertido que se contasen algunos, claro.

Nota: otra costumbre mía es abreviar nombres largos. Ejemplos mil en novela alemana y latinoamericana: con wreisgherngthumubrnben =/breisterburgen/ o ayacocupatiloca= /aya…mmm…loca/

el increíble caso de samuel, el hombre anticentrífugo

Qué curioso el día en el que Samuel descubrió su problema:

Resulta que a él la fuerza centrífuga le afectaba al contrario de cómo lo hace al resto de la materia. Ojo, que parece una tontería, una excusa más para tener algo de que hablar mientras se espera al autobús, se sube en un ascensor o se aguanta en la cola de la Dirección General de Tráfico, pero créanme, el problema de Samuel era de aúpa.

El día en el que Samuel descubrió su problema fue el día en el que le llevaron a las ferias de la ciudad y le montaron en esa rara atracción llamada "pulpo". En el momento en el que aquel aparato infernal cogió velocidad suficiente, en ese instante en el que se empieza a saborear la áspera posibilidad de salir despedido hasta el infinito, Samuel lo único que sentía era una fuerza increíble (y proporcional) que le empujaba al contrario que al resto, esto es, hacia el centro del rotor.

Ese día supo que a él la fuerza centrífuga le afectaba al contrario de cómo lo hace al resto de la materia.

Desde entonces, le ocurría cada dos por tres. Por ejemplo, cuando jugaba con sus amiguitos en el jardín a correr en círculos con las manos agarradas: justo cuando todos se soltaban, ellos caían riendo de espaldas y él, irremediablemente, se estampaba de bruces contra el césped; o como cuando daba vueltas en la silla del despacho de su padre, que en lugar de salir despedido se quedaba tieso y pegado al asiento; o como cuando viajaba en el coche familiar, que al tomar las curvas subiendo a un puerto, él se empotraba contra la puerta aparentemente equivocada.

Samuel, siendo ya un medio adulto, decidió hacerse patinador sobre hielo. Había que verle al girar sobre sí mismo, qué gloria, qué maravilla. Y es que a diferencia del resto de patinadores, él podía girar y girar sin tener en cuenta cuál fuera su postura ya que siempre seguía en su sitio.

A medida que iba presentándose a más y más concursos (Polonia, Canadá, Rusia, Estados Unidos, Francia...) mayor iba haciéndose su fama y popularidad. Qué tío mas grande, Samuel.

En una rueda de prensa que dio una tarde después de patinar en lo alto del Everest , comunicó al mundo entero que su próximo reto sería el mayor espectáculo jamás visto sobre patines: daría cien vueltas seguidas sobre sí (haciendo piruetas increíbles, claro está) en menos de veinte segundos... sin entrenar ni un solo día.

La tarde del estreno Samuel estaba confiado. Toda la familia estaba allí apoyándole, su innumerable cantidad de amantes y amigos aplaudían vigorosamente esperando la actuación.

Samuel apareció el la pista, saludó al respetable y empezó a coger carrerilla deslizándose de un lado a otro. Cuando llevaba unas cuatro vueltas alrededor de la pista, pegó un giro muy brusco y, como un rayo, empezó a girar sobre sí mismo.

Tan concentrado estaba en el cronómetro que en el segundo doce no se dio cuenta de que precisamente lo que debía hacer era estirar los brazos y las piernas, justo al contrario de como suelen hacerlo los patinadores a las tres de la madrugada en La 2; para cuando quiso darse cuenta tenía las manos pegadas al pecho y las piernas juntas por las rodillas... y la velocidad iba en aumento.

En el segundo diecinueve Samuel desapareció. Literalmente. Su fuerza anticentrífuga lo absorbió como si hubiera sido su propio agujero negro.

Al salir todos comentaban que se había quedado en noventa y ocho vueltas, que si hubiera existido un segundo más, seguro que lo hubiera logrado.

El Tipo

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Un día conocimos a Tipo, un tipo que sólo sabía decir "Arf" y "Puaj". Sí. Y es que todo aquello que le preguntábamos tenía por respuesta el entusiasta y fogoso "¡Arf, arf!" o el áspero y destemplado "Puaj".

Por ejemplo, si le consultábamos algo como: "Tipo, ¿quieres albóndigas para cenar?" y el tipo contestaba: "Puaj", podíamos tener la absoluta certeza de que el tipo no quería albóndigas para cenar; si por el contrario estábamos en una discoteca de moda y le señalábamos a un par de chicas bailonas, el tipo reía y balbucía "¡Arf, arf!", dándonos claramente a entender su vigoroso interés por las mujeres bailonas de discotecas nocturnas.

La vida con Tipo era sencilla y eso nos agradaba un montón; no había medias tintas con el tipo: o blanco o negro, y así daba gusto.

Estábamos un día en el parque todos juntos y se acercó la tía del tipo. Le agarró del cachete derecho y le preguntó "Tipo, ¿a quién quieres más, a mamá o a papá?". Inmediatamente tipo contestó "Puaj". Al rato nos sentamos con el tipo y entre todos estuvimos explicándole que no a todo se le puede responder con "¡Arf, arf!" o "Puaj", que hay ciertos aspectos de la vida que no necesariamente imponen un blanco o un negro, que hay veces (además de cuando te preguntan la hora o dónde está cierta calle o incluso tu nombre o edad), en las que no puedes responder blandiendo un "¡Arf, arf!" o un "Puaj".

Aquel día tipo aprendió a decir "Pshe...".

Lástima. Ahora tipo ya solo sabe decir "Pshe...".

malos tiempos para fantasmas

En fin, mucho curro y pocas nueces. Palabrería, oigan; un lío tremendo en esto que me da de comer.

La chapa de hoy bien podría llamarse "Cosicas un poco rarunas del nene":

1- He descubierto (hace algo de tiempo, pero cada día me satisfacen más) las aplicaciones portables. Oig. Maravillosas.

Veamos: uno se descarga un programa (o lo adquiere legalmente, que ya ni sé cómo se llama a eso) y se lo instala. A medida que la barrita azul avanza en el proceso de instalación, nuestro amiguete, el inagotable Bindous, se va cuajanado de cientos de mierdecillas que el programa en cuestión va desplegando desde el escritorio hasta la más profunda de las carpetas del System 32. Una comparación para los impropios (como lo es el nene, no crean) sería la siguiente: imagínense que compran un pintalabios (no se me ocurre otra cosa, disculpen), cuya función es claramente pintarse los labios (o dejar mensajes horteras en espejos de películas americanas, vaya) y una mañanica (o nocturnidad) deciden ponerse guapas (sí, lo siento, no puedo pensar mas que en ellas) y utilizar el susodicho artefacto de maquillaje. Imaginen que para usarlo debieran pintarse primero el bazo, luego un riñón, repasar el contorno del estómago, tragarse el ticket e introducírselo en el cerebelo y finalmente arrancarse un diente incompatible con el color del pintabalios.

Pues algo así es lo que hace algún que otro software. Uf, ¿verdad?. En fin, que hay una serie de webes que te facilitan el acceso a bastantes programas que son ejecutados directamente (sin instalación previa) desde (por ejemplo) la ya indispensable memoria USB. En definitiva, que pintan los labios (o los espejos, caramba) y se acabó.

Algunos ejemplos:

http://portableapps.com
http://www.apponkey.com/
http://winpenpack.com/
http://www.tinyapps.org/
http://www.portablefreeware.com/
http://www.no-install.com/
http://www.usbapps.com/

Hay alguna que otra página mas (básicamente dedicada a cosas ciertamente ilegales y por tanto mas interesante que las anteriores), pero merece la pena que, para aquellos pelín mas rarunos y sin inquietudes delictivas, le echen un vistacico a las apuntadas.

2- Todo lo recargable me gusta.

Soy un gadgeto adicto. Sí, así es: móviles (creo que amo el inconsiderablemente caro Nokia N73), cámaras (Mi Panasonic FZ7 es tan bonita...), los mp3 (iPod que estás en mi cielo, metalizado sea tu cuerpo...), las radios programables, la PSP (que no tengo pero que tengo la sensación de que adoraría)... La máxima puede ser: "Todo lo recargable me gusta" (Nota del nene: afortunadamente hay un sinfín de cosas no recargables que también). Recomiendo, dentro de las mil millones de opciones, echar una visual a:

http://www.tuexperto.com/
http://navegante2.elmundo.es/navegante/gadgetoblog.html
http://www.quesabesde.com/

Hay más, pero estas son las que reviso al menos una vez por semana.


De momento se acaba el ataque que me ha dado y ahora les cuento un cuento, que no es recargable ni hace falta USB ni necesita (a fin de cuentas, queridos) poyadas del estilo.