Otra cosa mía en la UVI.

Introducción:
19 de octubre de 2005. 23.10 de la noche. Acabamos de salir de la segunda (e hilarante) reunión de nuestra (oh, incoherente pero afable) comunidad de vecinos. Estoy llevando a Mer a su casa. Voy por María de Molina y acabo de cruzar Príncipe de Vergara. Fantástico. Sufrimos ambos de un hambre atroz y de un frío pedestre considerable. Madrid está atascado, claro.

Cuerpo:
El taxista que va delante de mí debe de estar revisándose aquella operación de fimosis a la que le sometieron a los doce años: circula extremadamente lento y desde aquí puedo ver que no mira a la carretera. Yo, intrépido, sagaz y, sobre todo, muy cívico, decido poner el intermitente con el fin de adelantarle. Cuando por fin el hueco ad-hoc se abre ante mí, inicio la maniobra correspondiente. A medio camino él, que debe de estar ya cansadito de revisarse el pijo, decide que es el mejor momento para incorporarse a la circulación. Tan agustito, el campeón dobla el volante hacia mí. Al embestirme, el retrovisor del acompañante se descojona y yo, creyéndome muy hábil y convencido de lo que estoy haciendo, doy un mínimo volantazo en dirección contraria para evitar males mayores. Pero ay: resulta que un camión del tamaño de un camión "no me ha visto" (y cito literalmente al chavalote que llevaba el bicharraco en cuestión) por lo que, en el improbable caso de que no estuviera satisfecho con la gracia taxistil, el mencionado monstruo se desliza agradablemente por todo el lateral de mi coche rayándolo con un ahínco cuasi profesional, arrancando también la maneta de mi puerta, descojonando el retrovisor que aún quedaba vivo y, por fin, dejándome la dirección como un trapito acordeonable.
Todos nos paramos en la cuneta y ponemos las luces de emergencia. Yo estoy con el susto encima, preocupado por Mer, que me mira con unos ojos inmensos. Menos mal que íbamos a 20 por hora. Después de comprobar en un segundo que estamos bien, salgo del coche para hablar con sendos conductores. El del camión se baja acompañado de otros dos tronquitos bien alimentados. Yo llevo en la mano la póliza del coche y él se rasca la cabeza un poco nervioso. A medida que me voy acercando me doy cuenta de que algo falla. Ay, ¿qué es?. Coño. Pero será mamón: es el taxi que, como quien no quiere la cosa, está tomando las de Villadiego. Oye, Oyeeee!!! Nada, el tipo ha decidido que para marrones ya está el mundo, que cómo se va a liar él con cosas tan banales como un lechón. Mientras termino de acercarme hasta el camionero & Co. veo que Mer sale disparada hacia el siguiente cruce: el imbécil del taxista se ha parado en el siguiente semáforo, oportunidad que Mer aprovecha pertinentemente para tomar su matrícula y dejarlo marchar. Qué majo, el tío.

Desenlace:
Firmamos el parte muy agradablemente. El camionero apestaba a anís, pero no tenía yo el ánimo como para cagarme en sus dientes, así que me conformé con que pusiera que no me había visto. He dejado el coche en el taller ésta mañana: además del estropicio de la carrocería, el sistema electrónico y el cuadro de luces parecen un odiable árbol de Navidad). La sangre me debe de oler a hez negra: adoro a mi coche. Y no es porque sea el mejor (en absoluto), sino porque es mío. Y para mí lo mío es cojonudo.

En todo caso, ruego disculpen mi mal humor de hoy.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya racha!!! No desesperes, esto pasará, pero por si acaso , procura no usar muchas cosas a las que les tengas apego por ahora, espera un tiempo prudencial

Anónimo dijo...

Me encanta ver mi nombre publicado tantas veces...
Mierda de taxistas, cuando no te intentan dar 10 vueltas por la ciudad para hacer el recorrido más largo, te dan un golpe y se dan a la fuga! Panda de cabrones...

Anónimo dijo...

¿Mala leche? Si llego a escribirlo yo, habría utilizado muchas más palabrotas, créeme. Y no habría firmado el parte y ya está, no. Habría puesto "conductor de camión en notable estado de ebriedad", que le quiten el carnet, y un peligro menos en la vida.
Ya hay que joderse que a estas alturas de las campañas de la dirección general de tráfico, la gente a la que PAGAN por conducir sea tan sumamente temeraria con la vida del resto. Si se quieren matar, que lo hagan en privado, botella de cicuta, o tirándose de un balcón cuando no pase nadie.
Lo siento, es que trabajé en el 112 durante más tiempo del que tocaba y estos temas me llegan al alma, después de todo lo que he visto.Y aunque te entiendo perfectamente, yo habría liado la de Dios, aunque me hubiera tenido que quedar allí toda la noche. Me habría bajado del coche a lo Terminator, y le habría dicho al mono del anís: Hola, me llamo X y no creo en los partes amistosos con ma[CENSORED]nes como tú, así que vete buscando curro, peazo estúpido borracho ca[CENSORED]ón sin escrúpulos, hi[CENSORED]uta.
Lo de tu coche, por otra parte, me recuerda a la rosa del Principito. Era su rosa, y no la cambiaba por ninguna otra. No sería la más bonita, ni la más vistosa, pero era la suya, qué leches. Claro que sí.
A.

Amaia dijo...

Me quito el sombrero ante tu blog y la hilaridad que me produce.
Te seguiré de cerca.
Un placer.

Miss Kubelik dijo...

"I´m in love with my caaaaar". Ya lo cantaba Roger Taylor. Me voy que Mozart me está esperando ;)