Anécdota 4: National Geographic

Premisa 1: Nadie en mi familia es racista.

Premisa 2: Hablaré de un sobrino mío (se trata realmente del hijo de unos primos), al cual, sin perjuicio de lo que a continuación contaré, adoro. Bien, el niño en cuestión es muy inquieto (MUY inquieto): está todo el día danzando, tocándolo todo, dando golpes y machacando al personal. Cuando tiene el día fino lo único aparentemente factible es su muerte (rápida). Y es que encima chilla. Y llora, y patalea y se cabrea como si le estuvieran pellizcando los huevos con unas tenazas al rojo vivo. Y todo ello sin ninguna razón aparente. Pudiera ser que sea hiperactivo, aunque aún no está del todo claro. La consecuencia final es que, para unos padres primerizos como los suyos, el niño (para más INRI) está más mimado que el gato de Luis XVI.

Anécdota: Se dirige mi prima con su hijo a un Centro Comercial. La madre lleva enganchado al lomo no sé qué sillacarritocunacama con no sé qué función y que le ha costado no sé qué barbaridad. Casi en la puerta, se ve en lontananza a un tipo de color (negro) armado con un fajo de periódicos que va dando el coñazo (lo siento: es un coñazo) a los transeúntes para que le compren un ejemplar. El tipo no es que sea negro, es que es azul marino, ébano y noche cerrada, como el pelo de los Clicks (agg, soy viejo).

Imperceptiblemente, el dúo sacapuntas y el tipo en cuestión se van acercando... para cuando mi prima se quiere dar cuenta, le petit cabrón(*) está con la boca abierta señalando al vendedor con su espada láser Star Wars Episodio III. La madre, llena de vergüenza e intuyendo lo peor, insiste al chaval a que le siga pero el muy melón ni se inmuta. Ya con cierto apuro y bastante más alto, vuelve a decirle al mamoncete que venga, vamos para dentro, que hay que cambiar el carrito del nene. Pero aquí el mini Skywalker no puede parar de mover el sable de arriba abajo sin apartar los ojos del tipo (que ya se ha percatado del chiquillo). De repente el encantador bichillo le da a un botoncito del sable y del extremo sale un punto de luz roja que va a parar en mitad de la frente del pobre y anonadado hombre. La madre, que ya no sabe qué hacer, se le acerca por detrás y justo cuando va a cogerle del hombro, el pequeño malandrín empieza a gritar:

-"¡¡Mamá, mamá!! UN MONO, mira, ahí hay UN MONO, UN MOOOONOOOO!!!"-.

Epílogo: En Reyes le cayeron a mi sobrino todos los juguetes en los que había niños negros (y de todos los colores, que me lo veo señalando a un chino y gritando al viento “Mira un pis, mira un pis”: cuentos, figuras, puzzles…


(*) Expresión encantadora robada a Pérez-Reverte. Tanto en “Cabo Trafalgar” como en “La Sombra del Águila” así se refiere a Napoleón Bonaparte: le petit cabrón. Bueno, ¿verdad?

1 comentario:

José Moya dijo...

Creo recordar que yo también monté un numerito la primera vez que vi, en vivo y en directo, a alguien de color, algo que en los 70 sólo se solía ver por la tele. Puede que esté uniendo en mi cabeza varias imágenes, pero me recuerdo a mí mismo en un tren (no teníamos coche) con mi madre, mis hermanos y el compañero de departamento (es decir, el negro) tratando de entretenernos hablando de lo divino y lo humano, como hace cualquiera que ve a un niño. Hasta ahí bien, pero la cosa se complica cuando me recuerdo a mi mismo yendo al servicio del tren a orinar y preguntándole a la vuelta acerca de las erecciones que yo, a mis cuatro o cinco años escasos, relacionaba con la necesidad de hacer aguas menores cada vez que las sentía.